Ignacio Fuentes

Ignacio Fuentes
IGNACIO FUENTES

lunes, 30 de enero de 2012

Nadal inmenso. Djokovic superlativo. Final histórica y para el recuerdo.

Domingo. Casi las cuatro de la tarde hora española. Hace escasos minutos que ha acabado la gran batalla librada por los dos gladiadores. Ambos, descompuestos, se abrazan sin fuerzas. Uno es el vencedor. El otro no es el vencido. Así como todas las luchas cuerpo a cuerpo tienen por final un ganador y un perdedor, esta ha destacado por ser una de las más igualadas de la historia, y aunque alguien tenga que alzarse con el triunfo, a los ojos del resto de humanos ha quedado patente que hoy ambos han salido victoriosos. En la entrega de trofeos, es tal el desgaste físico que ambos necesitan algo en que apoyarse, en que reclinarse, una silla resulta vital para acomodarse. Mientras uno piensa en lo cerca que ha tenido el título, con una pelota asequible para pasar a su oponente en la red y colocarse a un punto del cinco a dos en el último set; el otro suspira tranquilo, sabedor de lo cerca que ha estado de caer derrotado por uno de los mejores de todos los tiempos. Dos semidioses de carne y hueso han escrito de nuevo sus nombres en la historia viva del tenis. Rafael Nadal y Novak Djokovic, o lo que es lo mismo, Rafa el inmenso y Novak el superlativo.

Ocho y media de la mañana hora española. Faltan sesenta minutos para que de comienzo el partido más esperado del fin de semana: la final del Abierto de Australia que van a a disputar el español Rafa Nadal y el serbio Novak Djokovic. Es su trigésimo enfrentamiento como profesionales, y a pesar de que nuestro Rafa llega con tres victorias de ventaja, (16 a 13), Novak le ha ganado los seis últimos encuentros, todos ellos en finales. ¿Qué pasará por la mente de uno y otro?. Difícil adivinarlo. Por la cabeza de un servidor las dudas abundan. ¿Será Nadal capaz dominar los peloteos?; ¿Podrá meterse en la pista y atacar? ¿Cambiará las direcciones y utilizará más paralelos?. Esas y otras muchas preguntas inundan mi mente mientras el reloj se mueve lentamente. Sigo pensando que Djokovic es el tenista más completo del circuito y que va a dominar el ránking los próximos cuatro o cinco años. Sigo pensando que va a cosechar más grandes que Roger. Sus constantes ataques, su flexibilidad para llegar a pelotas imposibles y devolverlas al fondo de pista, la manera de variar las direcciones y ángulos, su revés. No tiene brechas. Y entre uno y otro pensamiento, por fin va a dar comienzo el match.
Nadal ha empezado muy concentrado, como es natural en él. Ataca con su derecha y lidera el set. Pero a pesar del buen juego que está demostrando, su rival está cometiendo demasiados errores no forzados. Después de sufrir más de lo esperado el balear se lleva la primera manga, pero me parece un espejismo porque Nole no ha jugado a su nivel habitual. En el comienzo del segundo set el número uno del mundo empieza con break, más atinado, dominando los peloteos y metido dentro de la pista. Así es difícil que se le escape el partido. Vuelvo a ver ese partido en el que uno ataca y el otro defiende tres o cuatro metro detrás de la linea de fondo. No me gusta. No es la manera de jugarle a Novak. Aunque Nadal intenta por todos los medios parar al serbio  este consigue el segundo y el tercer set. Mi mentalidad de ver el vaso más vacío que lleno cuando este se encuentra a la mitad de su capacidad predice que la final acabará en cuatro mangas.
Una manga muy pareja, con idas y venidas, con subidas y bajadas. Justo en el momento que parece que se va a acabar Nadal remonta un 0-40 para igualar el marcador, y en ese momento aparece la lluvia. El partido se para con el fin de cerrar del todo el techo retráctil de la Rod Laver Arena. A su vuelta la lucha continúa y con seis a seis se llega al tie break, donde nuestro deportista mas laureado remonta un 5-2 para llevarse el set. Tablas en el marcador.
El quinto y último set del encuentro ha dejado el listón del partido muy arriba. Si dos días atrás llegué a pensar que el duelo entre Murray y Djokovic sería uno de los mejores del presente año, queda claro que este lo va a  superar. Nadal arranca con ventaja merced a ser el primero en sacar. Un error de Djokovic con tres a dos  favorable a Nadal deja al balear con cuatro a dos y saque para casi sentenciar el triunfo. Y entonces el error más grave de todos. Rafa falla un passing fácil con su revés cuando tenía toda la pista para él. De meterlo se pone con 40-15, a un punto del cinco a dos. Pero al no poder acertar cede su servicio y el serbio iguala a cuatro. El español consigue reponerse al duro golpe y con esfuerzo y punto de break en contra logra   conservar su saque. Cinco a cuatro para él. Parece que esta vez sí es la oportunidad de Nadal para derrotar a su bestia negra. O parecía. Nole vuelve a jugar un tenis de otra galaxia y punto a punto mina la confianza y la fuerza de su rival. Se lleva los tres siguientes juegos y logra llevarse el duelo de titanes. Séptima final consecutiva que le gana a Nadal.

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